Desde la tarde que me suspendieron la incomunicación y salí del calabozo para recibir en el patio un poco de sol y de brisa salobre, la valla adquirió su dimensión de reto. Cuando regresé al calabozo ya me había penetrado la obsesión de la fuga. Mi corazón no estaba resignado a soportar la servidumbre del tiempo detenido. Por eso, el reto de la vida tenía la forma de esa cerca metálica, de no más de cinco metros de altura, enclavada en el patio de la prisión. Del otro lado se encontraba la continuidad del tiempo y la promesa de una libertad azarosa y mezquina. Era mi deber intentarlo. Cada vez que salía al patio durante esa hora vespertina, mi intención se fijaba en tratar de precisar cuál podía ser el punto más vulnerable de la valla, según la colocación del guardia (el puma) y el momento más propicio para saltarla. Era una jugada que requería de tres elementos para ser perfecta: ingenio, velocidad y testículos. Para no considerar la acción descabellada, debía descartar también la mala suerte. Por ese motivo escogí, para intentarla, el día más beneficioso de mi calendario: el 17.
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Zapato nuevo, zapato solo- Francisco Massiani
A Luis Yslas Prado
En tardes así, aun la promesa de una fiesta cercana no nos sirve para nada. Lo digo porque ayer cuando me fui al café de los pájaros sabía que el sábado me encontraría con Yoli, que todos estaríamos reunidos, que podría deshacer durante algunas horas ese sabor a tedio viejo que me viene gastando desde hace tanto. Seguir leyendo «Zapato nuevo, zapato solo- Francisco Massiani»
La tienda de muñecos- Julio Garmendia
No tengo suficiente filosofía para remontarme a las especulaciones elevadas del pensamiento. Esto explica mis asuntos banales, y por qué trato ahora de encerrar en breves líneas la historia —si así puede llamarse— de la vieja Tienda de Muñecos de mi abuelo que después pasó a manos de mi padrino, y de las de éste a las mías. A mis ojos posee esta tienda el encanto de los recuerdos de familia; y así como otros conservan los retratos de sus antepasados, a mí me basta, para acordarme de los míos, pasear la mirada por los estantes donde están alineados los viejos muñecos, con los cuales nunca jugué. Desde pequeño se me acostumbró a mirarlos con seriedad. Mi abuelo, y después mi padrino, solían decir, refiriéndose a ellos: Seguir leyendo «La tienda de muñecos- Julio Garmendia»
Los grandes enigmas del Profesor Dalmansur – J.M. Briceño Guerrero
Recuerdo al Profesor Dalmansur, profesor de física y química en el politécnico de Mérida. Iba todas las noches al cine. Hablábamos con él en el restaurán Bimbo. Era serio, respetable, siempre bien vestido, italiano de origen a pesar del nombre. Inspiraba confianza; los jóvenes le pedían su opinión sobre diversos temas.
En cierta ocasión le oí explicarles que no debían casarse con una mujer joven e inexperta porque tendrían que acabar de criarla y el que se acuesta con niños amanece mojado. Ni con una mujer experta y de mayor edad porque una mujer experta desprecia necesariamente las torpezas del joven, su falta de savoir faire. Ni con una mujer en igualdad de condiciones porque en tal caso la mujer adopta un plan de rivalidad insoportable, no debe uno casarse para competir.
Seguir leyendo «Los grandes enigmas del Profesor Dalmansur – J.M. Briceño Guerrero»Ya no sería lo mismo- Francisco Massiani
Para Baica Dávalos
–Aquí jugué yo cuando estaba chiquito –dijo el hombre–. Cuando teníamos como siete años.
–¿Te gustaba mucho?
–Sí, muchísimo. No hubo otra cosa en mi vida hasta que apareció el amor.
–¿Qué amor? Seguir leyendo «Ya no sería lo mismo- Francisco Massiani»
La máquina de hacer pupú- Julio Garmendia
La máquina de hacer pupú hacía ¡pu! ¡pu! ¡pu! ¡pu! ¡puuuuu!…
Era la última palabra en materia de adelantos científicos; al fin, después de pacientes y laboriosos esfuerzos, experimentos y tanteos, se había logrado fabricar por vía sintética aquello que la máquina fabricaba. El mundo entero recibió la noticia del sensacional descubrimiento dejándose llevar por un irreflexivo y quizás desmedido sentimiento de entusiasmo y orgullo. Fue una ola de optimismo y de ilimitada confianza en el futuro. Cada día se producían nuevos portentos, nuevos inventos grandiosos e increíbles que cambiaban y revolucionaban por completo, una y otra vez en cortos intervalos, la hasta entonces mísera existencia humana. ¡No había ya límites para lo que podía soñar y ambicionar la humanidad! ¡Tantas cosas, tantas creaciones e invenciones se habían llevado a cabo, se habían perfeccionado y propagado hasta llegar al nivel y ponerse al alcance de los míseros! Seguir leyendo «La máquina de hacer pupú- Julio Garmendia»
El cuento ficticio- Julio Garmendia
Hubo un tiempo en que los héroes de historias éramos todos perfectos y felices al extremo de ser completamente inverosímiles. Un día vino en que quisimos correr tierras, buscar las aventuras y tentar la fortuna, y andando y desandando de entonces acá, así hemos venido a ser los descompuestos sujetos que ahora somos, que hemos dado en el absurdo de no ser absolutamente ficticios, y de extraordinarios y sobrenaturales que éramos nos hemos vuelto verosímiles, y aun verídicos, y hasta reales… Seguir leyendo «El cuento ficticio- Julio Garmendia»
Había una vez un tigre- Francisco Massiani
Había una vez un hombre y una mujer. Durante siete años maduraron con pobreza y soledad un amor sereno más parecido a una amistad que a una pasión de amantes. El día que ella cumplió los veintisiete años, el hombre tomó dinero del ahorro de tres años de trabajo y se propuso regalarle algo a su mujer. Explicó que tardaría una hora o un poco más en llegar ese día a la cena y se despidió de ella con un beso en el ojo izquierdo. Siempre la había besado en el ojo derecho, o en la frente, seguramente se debía al aniversario, así que la mujer, una rubia menuda y pequeñita, preparó el plato preferido de Hamilton y puso el mejor mantel para la cena de esa noche. Algo bueno debía llegar esa tarde con el marido. Seguir leyendo «Había una vez un tigre- Francisco Massiani»
El médico de los muertos- Julio Garmendia
Durante muchísimos años, el pequeño cementerio había sido un verdadero lugar de reposo, dentro de sus amarillentos paredones, detrás de la herrumbrosa y alta puerta cerrada. Algunos árboles, entretanto habían crecido; se habían vuelto coposos y corpulentos; al mismo tiempo, la ciudad fue creciendo también; poco a poco fue acercándose al cementerio, y acabó, finalmente, por rodearlo y dejarlo atrás, enclavado en el interior de un barrio nuevo. Los muertos, dormidos en sus fosas, no se dieron cuenta de estos cambios, y siguieron tranquilos algunos años más. Seguir leyendo «El médico de los muertos- Julio Garmendia»
Oropéndola- José Rafael Pocaterra
I
Cuando se casó la menor de las Oropéndolas, todo el mundo se quedó asombrado. ¿Es que algunos hombres no tienen ojos?
Y se recrudeció, como acontece, el afán nupcial de algunas cuya candidez se sorprende, a los cuarenta años, con el primer desencanto. Es entonces cuando se les ocurre pensar que ya no se casan. Esto lo llamaba Bossuet «pensamientos tardíos». Seguir leyendo «Oropéndola- José Rafael Pocaterra»