Autores venezolanos · Poesía

Poemas de Elizabeth Schön

DEL ANTIGUO LABRADOR (1983) :


Todo hombre requiere de lo infinitamente inagotable.

Del antiguo labrador (1983), Elizabeth Schön.

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ÍNTIMA ANTIGÜEDAD

III

Con el canto de las siembras va el primer relámpago, el
primer fuego, la primera azada con la que edificó el hom-
bre su habitación.
Y no deja de rodar el canto sobre las aguas, los frutos
y las ciudades.
Y sabemos también que con el canto de los hombres
y de los árboles nos viene lo más íntimo de la tierra y los
cielos.

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AL ALCANCE DE LO INFINITO

VIII

Por el agua que emerge del hombre que ama, habrá en cada
ciudad una cumbre, un árbol, un manantial y aun habrá
esa ladera silenciosa, íntima, donde recobrar el horizonte
enterrado por la tenebrosa ansiedad.
Y porque jamás deja de cubrir la tierra, podrán los
hombres renacer y alcanzar el primer centro del arraigo
y la plenitud.

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No vive sólo de sí el hombre. Le urge la lluvia, el fruto, la
hoja, aun el dolor, el bien y hasta la exactitud de lo imposible por conocer.

Del antiguo labrador (1983), Elizabeth Schön.

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LA FAZ RODANTE DEL GRANO

IV

Cuenta un cantar de la siembra que teniendo un hombre
el grano de la cosecha no supo qué hacer, marchitándosele
en indetenible oscuridad.
Sólo que otro hombre avizor y alerta, conoció el grano y
enterrándolo en el borde de su corazón y el de los pájaros,
se fue por el cielo hacia la rada donde aguardaban las mul-
titudes.
Allí aconteció lo que había de suceder. El grano creció y
creció tanto que duplicó su faz y con ella el corazón del
hombre que supo amarlo con los pájaros y las multitudes.


VIII

El hombre palpa el grano.
No recuerda que hubo de conquistarlo.
No memoriza que si ha de hacerlo nuevamente suyo, ha
de sentirlo con el mismo ahinco, con la misma constancia
con el que yacen en sus sueños el requerimiento por lo
más cercano y más amado.

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LA FLOR, EL BARCO Y EL ALMA (1995) :


El sueño nunca rechaza
lo posible de lo inexistente.

La flor, el barco y el alma (1995), Elizabeth Schön.

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BLANCO AROMA ABIERTO

El rayo abre el recuerdo
lo fragmentado del olvido
el despertar del sueño
cuando pisa
el lado contrario de su perfil.
La flor en la abertura del origen
y su inalcanzable principio original.

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FLOR DE ESCENA IMPRONUNCIABLE

Ni ausente ni presente.
En ninguna parte
como el pozo que abandonó su cuenca
y no recordó la soledad
como el árbol
que dejó de estar entre las raíces
la cerca del becerro
envuelto en el agua mansa de la inmovilidad.
Flor de escena impronunciable.
Crepúsculo del vacío primigenio
sin cesar.
Redonda prolongación
cuando está nadie la sospecha.

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Ni se retira ni desiste.
La carga el rostro
como si no fuera rostro.
La lleva el sueño
como si no fuera sueño.
Y
¿ Por qué no ha de contenerla el potro,
la madera, el sedimento ?
Pertenecemos a una rueda
que se abre, se cierra,
se cierra, se abre.
No hay flecha , detención.
El ave adelante haciendo estelas.
El ave fuera en luchas y estallidos.

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Algo indecible nos habla de la flor
recogido entre estepas, vertientes,
que se precipitan en un ir, retornar,
hasta abandonar el último vestigio
de la burbuja oceánica.

Latente emanación
que sube, baja,
se expande entre las redes tendidas del tiempo
y el hombre que pierde su piel
y ni el recuerdo puede seguir recordando.

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Y NUNCA LA OTRA FLOR

Decimos amor
y nos rebasa
la blancura de lo exacto.
Así el ventanal de la flor inalcanzable.
Al barco no se le llama
llega a tierra
sin ningún faro que alumbre.

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SIN NADA EN LO VISIBLE

No instala puertas,
peces, vendavales.
Se le dice flor
y ¿ puede poseer algún otro nombre ?
Porque del brote parte el rayo,
del rayo la serpiente
y de la serpiente
lo salobre de la brisa.
La flor de donde emerge
si no la atrapamos en lo visible
ni en lo invisible:
abundancia de alas
no alas de las aves
ni de la razón.

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En lo invisible
lo entrañable que expone fuera la voz,
la palabra.
Y la escritura es un hilo alto,
largo, denso, translúcido,
que traspasa desde lo oculto,
sonoro de la vida,
hasta el tiempo de la memoria
donde de vez en cuando algo yace
y cae quizá para la flor
que igual al olvido es inaprensible.

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Anochecer del barco
en el aroma de la flor
y su visible nube
de oveja que amanece:
suerte del día
para el que ama.
Caja de sol.

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El amor arriba,
se expande
entre el peregrino de los andurriales
y el golpeado por los aires brillantes.

La flor, el barco y el alma (1995), Elizabeth Schön.

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La palabra es orilla de aquel tallo
desde el primer instante solitario del vacío.
Tiempo parejo de lo inmensurable
igualmente aquí,
en los cardones de hiriente boscosidad,
en las tejas destruidas por el desamparo.
Y ella íngrima, inexistente, en los arcos de las flores,
en la corriente de lo justo,
y alguna calle envuelta
en la alegría de un camino
inexplicablemente inmenso.

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VISIONES EXTRAORDINARIAS (2006) :

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El hombre crea lo bello porque nació en los mares
serenos…lo lejano que se muestra, sigue en manso
enfrentamiento para pensar que miramos
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Visiones extraordinarias (2006), Elizabeth Schön.

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Las estrellas son cartas que ponen al tiempo y al espacio
abriéndose siempre…permanentemente. Una estrella
puede ser una ventana donde se mira lo eternamente
inmenso. ¿Será eso el cielo de la inmortalidad? No lo
sé…solo sé que de allá nos llega la visión de lo
inmortal. El día es una franja que aguarda a la noche
para buscar su centro de inmortalidad

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¿Que es la poesía?… es una estrella…cada vez que el
poeta es traspasado por ella, toma la pluma y encuentra
el papel donde desahogar su pensamiento…el
pensamiento se parece al brillo de la estrella…nunca
está opaco para la vida…siempre, como la piedra con la
que tropezamos…el foco es la luz que se opaca y coge
al ave y sigue siendo estrella.

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Pensar, es recorrer el espacio desde que la vida
comenzó y broto en la primera ola, la primera estrella
dejada porque olvidó su cercanía. Dios es lo silencioso
inherente…aquello que no miramos precipitadamente.
Todo lo nombrable, aún el firmamento, va a la muerte.

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Elizabeth Schön.

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Elizabeth Schön
Elizabeth Schön. Foto: Alfredo Cortina.

Elizabeth Schön, poeta, ensayista y dramaturga venezolana. Nació en Caracas (Venezuela), el 30 de noviembre de 1921. Fue hija de María Luisa Ibarra del Fino y del venezolano de origen alemán Miguel Antonio Schön. Tuvo tres hermanos: Miguel Antonio, Luisa Amelia y Olga Schön. En 1941, contrajo matrimonio con el pionero de la radiodifusión venezolana y también libretista, publicista e inventor Alfredo Cortina,​ nacido en 1903 y de quien enviuda en 1988. No tuvieron descendencia. La quinta Ely, la casa del matrimonio, estaba ubicada en la urbanización Los Rosales, Caracas. Allí vivió Elizabeth Schön hasta el final de sus días y fue un lugar de reunión y tertulia para escritores y artistas por muchos años. En 1953 publica su primer libro y empieza a colaborar con el diario El Nacional como reseñista y crítica. También desarrolló una obra dramática significativa desde la década del cincuenta. Fue homenajeada en la décima edición de la Semana Internacional de la Poesía de Caracas, en julio de 2003. Murió a la edad de 85 años, en Caracas (Venezuela), el 15 de mayo de 2007.

Su poesía trata sobre temas vinculados a los valores, la filosofía, la interioridad. Su dramaturgia hace énfasis en la necesidad de la presencia del otro y se vincula al teatro del absurdo.

Poemarios:
La gruta venidera
(1953).
En el allá disparado desde ningún comienzo (1962).
El abuelo, la cesta y el mar (1965).
La cisterna insondable (1971).
Mi aroma de lumbre (1972).
Casi un país (1972).
Es oír la vertiente (1973).
Incesante aparecer (1977).
Encendido esparcimiento (1981).
Del antiguo labrador (1983).
Concavidad de horizontes (1986).
Árbol del oscuro acercamiento (1992).
Ropaje de ceniza (1993).
Aun el que no llega (1993).
Campo de resurrección (1994).
La flor, el barco, el alma (1995).
La espada (1998).
Antología poética (1998).
Del río hondo aquí (2000).
Ráfagas del establo (2002).
Las coronas secretas de los cielos (2004).
Visiones extraordinarias (2006).
Luz oval (2007).

Dramaturgia:
Intervalo (1957).
La mudanza (1962).
La pensión (1964).
La aldea (1967).
Lo importante es que nos miramos (1967).
Al unísono (1968).
La nube y el limpiabotas (1970).
Melisa y el yo (1973).

Ensayos:
La granja bella de la casa (2003).

Premios y reconocimientos:

Segundo Premio del Ateneo de Caracas (1956, por Intervalo)
Premio de la Universidad del Zulia (1967, por La aldea)
Premio Municipal de Poesía 1971
Orden al Mérito en el Trabajo, Primera clase 1987
Orden Andrés Bello, Primera clase 1989
Premio Nacional de Literatura 1994

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