Autores venezolanos · Poesía

Poemas de Francisco Massiani 1/2

francisco massiani poemas

 

Todos los poemas hablan de lo mismo

Todos los poemas hablan
de lo mismo
hablan de la muerte o de la vida.
El día que nazca un poema
diferente
dejaré caer el poema
y veré una estrella.


 

Es irremediable…

Es irremediable;
Cuando tienes los ojos abiertos
apareciendo en la memoria de mis manos
el color de tus senos
el sudor de tus senos
entonces te lo mereces todo
Triste

fatalmente
creo el mundo solamente tuyo.


 

Ya no podría entrar en ti

Ya no podría entrar en ti
en tu gruta no habría más apetito
quizá Dios ya no dormía acurrucado
entre tus piernas.
Ya no habrían lunares tímidos que contar
en tus pechitos.
Ah! El apetito de vida se fugaba entre mis dedos
caía tembloroso en la tierra
sembraría por su cuenta
un ramillete de flores o
se dejaría tragar por la huella de tu
nombre. Esa huella que se abrió de tanto
mirar yo la tierra sonando tu nombre entre
mis labios
hueca inútil el eco
de tu nombre vacío:
fue ahí entonces donde asustado
puse el pie (quería correr, quería correr)
y caí en un abismo de nada.


 

Poema de un golpe

Hoy no tengo ganas
ni siquiera
de verme en el espejo
amarme
recordarme
hacer muecas
cambiarme la cara

Es preguntarle si estoy de pie
si he vivido
tener antepasados

Hoy no tengo ganas
ni de aburrirme
ni de hacer palabras
ni de sufrir
ni de darle sentido al cafecito
al cafecito con los cigarros

Es casi no tener alma.


 

En la hora del odio

En la hora del odio
cuando las agujas se detienen
en el mismo lugar del fuego
cuando el sol es una aguja
que pincha la pupila
y se derrite en tu espalda
ardiendo cuando los pájaros se queman
en el aire y caen sobre el techo
hecho de cadáveres
llega la inútil poesía con un ti en la sien.

En el momento de los cigarrillos
multiplicados con la misma acidez
cuando el aire tiene olor a murciélago
y a cabellos achicharrados
cuando los niños son entregados en la hoguera
a fin de alimentar el verano asesino
este maldito verano de mi país
cuando son entregados los trofeos
en el rito de la muerte
y caen orejas y brazos y manos
y labios y cabezas en la hoguera
llega inválida y cojeando la puerca poesía
o con un tiro en la sien.

O cuando la lluvia inicia su paseo matutino
arrastrando las huellas cansadas
y limpiando la máscara de acero
que cubre indiferente nuestra
maldita ciudad
cuando la lluvia se muerde con los cigarros
y se detiene a figurar las nubes rotas
y asustadas llega cojeando a toda prisa
la inútil poesía con un tiro en la sien.

O cuando te desprecias
en la hora donde las horas
se unen en un mismo punto
en el mismo deseo de desaparecer
en la hora condenada al fuego lento de la rabia
y el cuchillo en la carne inocente de cualquiera
o cuando es en la tarde
y el sol está rojo de vergüenza
por tanta ternura consumida
por tanta ternura caída
o cuando es de mañana
y vuelve el día con sus
martillazos en los dedos
o cuando más gustes desgraciado
el caso es que llega
la inútil poesía
cojeando
o con un tiro en la sien.

Y escribes poesía
ya viejas de tanto cantar con la misma garganta
acostumbradas a ceder en el mismo miedo
caen dos y cuatro y hasta cinco poemas
y el último con un tiro en la sien
ardiendo de sol en el lugar
donde sangra.


 

Tablero en la arena

Y pensar que puedes dibujar en la arena
un cuadrado y trazar líneas
que le den salida a otros cuadrados
y dentro de cada cuadrado números
y sumar y restar y dividir y calcular
y todas las operaciones posibles
dentro de los juegos posibles de jugar
con cada número
y otro con cada cuadrado y otro
y pasar TODA UNA VIDA PASAR
toda una vida pensando en las combinaciones
aritméticas posibles que pueda permitir el juego
del cuadrado y los números
TODA UNA VIDA jugando en la arena
con los números
y pensar que puedes pasar toda una vida
pensando y jugando y los números
y el siete cuarenta y tres y treinta
y siete por ocho en la arena.
Y PENSAR QUE HAY VIDAS ENTERAS
QUE SE PIERDEN
enteras que se gastan
que se pierden que se mueren que se
van jugando con aquel tablero en la arena.


 

Vincent van Gogh

Vicente se encarama sobre un rayo
colérico
pinta de naranja el cielo
y hace morderse de locura
la luna y cada estrella
luego borra el cielo con un paño
y cae del vacío
al tiempo eterno.


 

Tristeza

Tristeza coja,
adelantada a unos pasos de mí.
Tristeza que busca la mesa más arrinconada del café
aparta la silla como para una vieja amante
y se sienta y acoda la cabeza en el ángulo más solo.
Tristeza perruna melancolía.
Tristeza de todos los días a las seis de la tarde
de todas las horas los domingos.


 

Nunca en este café

Nunca antes habían pesado menos
las mesas en la tierra
nunca habían sido más cuadradas
nunca tan separadas y tan limpias
nunca las mesas habían sido tan parecidas
en este café de esta maldita tarde
cuando pienso y siento
que nadie puede ayudarme
que nadie puede ayudarme
que ni siquiera yo quiero ayudarme nunca.


 

Recomendaciones

Hacer una estrella de papel
jugar con la arena
para que se escurra
entre los dedos el mar
entregar un caramelo
a una señora de paraguas
ponerse de pie
cuando pasen los perros
dar una moneda al viento
un beso a la nada
un abrazo completo
a la mujer perdida
y convertida en árbol
estrella y arena
y mar y beso
y nada y estrella
buscarla
y amarla íntegra
para no cometer nuevamente
la estupidez de sentirse eterno.


 

Dime papá…

Dime papá
¿sufres tú cuando yo lo hago
te dueles tú cuando me duelo
te sacudes
lloras cuando ella no sonríe y me desprecia
no me desnudan sus manos
sus ojos?

Porque ¿sabes?
Yo cuando te dan en las canas me escondo de ti
de mí
y me pongo a llorar
así cuando era niño
así hoy

Dime papá
¿Eres tú padre mío
o soy yo el padre y tú el hijo?


 

Adagio

Y fue tenerlo todo sin tocarlo
arrimarme leerme aquí diez páginas
no seguir leyendo
fumar
seguir leyendo
cambiar los números
y es que hay desafío en cada letra
cuando leo
cada palabra la escribo
y escribiendo
vienen a mí los colores que no pude encontrar
Es el deseo humano de no conformarse
de no estarse quieto
de quitarse la cobija en el frío
reírse con los muertos
en el cementerio
y llorar al lado casi
en la orilla casi
de la sonrisa

Y es por eso
asustado
que me acuesto
con la camiseta de fútbol
que tiene cosido atrás al revés
el número trece.


 

Rue Castagnary, 35, París 15,
metro Porte de Vanves

Abrirte la carne para sembrar
alguna cosa sencilla
digamos que un botón de mi camisa
o una estampilla llegada de Roma.
Abrirte la carne
para sembrar
una palabra
o una estrella.
O incluso si la herida es grande
una gran botella de cerveza.
Claro que no queremos hijos alcohólicos
tampoco campanas con piernas y frente.
Pero es que de golpe
uno se te queda mirando
y pareces de nada, te lo juro, hay que tocarte
entonces, digamos que un beso o una nalgada o
un grito a la boca
para sentirte ahí,
en cualquier museo histórico que adivinas
en esta pobre habitación de estudiante con beca
de doscientos cincuenta dólares en París.


 

París

«Siento» dijo el barbudo del Dome a su amigo
el poeta ruso «que no puedo avanzar
que estoy viviendo en el pasado
que no logro morder la vida
de este presente
de esta barra que toco
y que me enfría
la mano y la copa de cerveza
que no puedo entrar en este momento
y pertenecerle.
El ruso se bebió un trago de vino de su copa.
El ruso sonrió. (Un diente picado.
Los lentes redondos)
El barbudo ya había bebido de su copa de cerveza.
«Será que sólo a la mujer le pertenece el presente.
El hombre es un pájaro
que anda buscando futuros locos
o escarbando en esa basura de recuerdos
que lleva sobre el hombro
pero la mujer sin el hombre no puede volar
y se aburre de estar tanto tiempo
en un solo pie
en un solo escalón
y el hombre sin la mujer
pierde peso
no puede rozar las hojas
sentir el fuego de la tierra
el latido del mar en la arena
el hombre sin la mujer
se vuela solo sin saber donde
y se quema
arde delirante
polilla imbécil
se deshace en el sol.
El barbudo por hablar había perdido la mirada
de cobija de leña y alfombra
de camita tibia y Vivaldi en la ventana nevada.
El barbudo había perdido
la mirada de cuerpo solo
de mujer herida por la limpieza de una sábana
de una cama sin compañía
por hablar el barbudo no advirtió
la mirada de la mujer que era la misma
del Metro o de la plaza La concorde o de
la rue Serpente
al darse vuelta sintió que la espalda
de la muchacha que salía
(de la muchacha cuando lo
miraba con calor de abrigo abrazo
en el metro Chapelle) tenía algo que ver con
el sillón vacío de la primera mesa del restaurante,
la muchacha por mirarlo tanto
al barbudo
no vio que había
algo brillante en el aire
que algo luminoso
la perseguía
que el barbudo arrojaba estrellas
por los ojos que
los dos se amaban flotantes
en el espeso y humoso
aire del Dome.


 

Cádiz

¿Saben lo que ocurrió?
Ocurrió algo sencillo
y hermoso
como el trabajo de pulir un cuchillo.
Al llegar a Cádiz,
el puerto último de España
antes de tomar hacia Santa Cruz,
nos despertamos a las cinco de la mañana con
el canto de cientos y cientos de gallos.
Yo sentí que eran todos los gallos
que nos celebraban.
Y al mirar por la ventanilla de nuestro camarote
vi los cientos y cientos de gallos enjaulados.
Cientos y cientos de gallos andaluces
que viajarían con nosotros
que cantarían sobre nuestro camarote
en garganta y garganta y canto
y plumas alborotadas
sentiríamos un eterno
y crudo amanecer sobre el mar
y jamás sería la noche
y jamás sería la noche.
Hoy siento una gran nostalgia por los gallos
del querido y viejo buque Virginia del Churruca.


 

Postales Barcelona

Desde esta esquina he visto pasar a un caballero
de capa y espada abrazado a una puta.
Han entrado en un lugar húmedo y oscuro.
Se han sentado, junto a los barriles de vino
y han pedido ajo y picadillo de hígado
y un platillo donde ya están hirviendo
los pequeños camarones.
Los he visto,
los he visto hablar un poco
él viene del mar aunque más bien parece
un capitán de artillería.
Ella vive en un cuarto cerca de este lugar donde
ya comienzan a comer y el hombre que los atiende
en mangas de camisa ha dejado un botellón de vino.
Las piedras se pulen con los tacones de las mujeres.
El viento que viene del mar choca entre las paredes
de esta calle estrecha y deja una resonancia eterna
un murmullo parecido al de una sábana
un paño que se alborota con el viento.
Colón se arrodilla y un pájaro azul se ahorca
en la plaza san Jaime. Tres romanos caminan
soportando el peso de una mujer dormida.
Ha sido acuchillada y la llevan a enterrar.
El enano que dibuja tigres y palomas
se ríe del caballo del boticario y
deja escapar los males del estómago.

Ciudad de putas y tierra de todos y de nadie.
Aquí han mordido el fruto de la vida
los gitanos y los griegos
algún chino loco
algún argentino de la pampa.
Aquí la mujer ha sido
amasada por millares de manos
de millares de naciones y banderas.
Aquí en el barrio gótico
en el barrio chino
en la calle del Conde del Asalto llora una vieja
que vende cigarros porque un maldito le dejó
caer una moneda de compasión. «Hijo de puta», grita.
Aparece no una niña, sino una teta. Una teta que
sale de una puerta roja. Una teta sólo. Y luego
cae un caballo. No un hombre. Sino un caballo.
Un caballo roto. Al revés. Con las patas quebradas.
La cola ceniza.
Los colmillos tienen aspecto de haberse molido
entre ellos mismos.


 

Para hacer un retrato del Dome

Había un pintor borrachísimo
un día llego a la barra del Dome con
una enorme tela
sin pintar
y pidió un trago de vino
y no se lo dieron
y se lo negaron
y lo botaron
pero el borracho no podía salir del Dome
nadie sabe cómo había logrado entrar con
una tela tan grande
una señora fue a buscar el pis y
se golpeó con el tambor de la tela
le sangró la frente
y mojó el cuadro en un pedazo de un
rincón del cuadro
y el marido furioso se levantó de la silla
y cuando fue a golpear al pintor
derribó una bandeja donde se llevaban
caracoles
y una botella de Saint Emisión
la botella estalló
el mozo perdió equilibrio
y la tela cayó al suelo con mozo y señora
y el perrito pekinés del marico Joan
pisó la tela
chilló
bajó Gilbert alborotado
entró un policía
Ivone se reía mordiéndose la pulsera de
nueces y cuando el mozo buscaba apoyo para
equilibrar el esqueleto
Ah entonces el tomate y el huevo duro
y luego los jamones y la borrachera porque
ríos de vinos y caracoles
nadaban sobre la alfombra
el cuadro
el enorme lienzo
ya estaba pintado
ya estaba organizadamente retratando cada
ojo cada
teta falsa
cada cadera modigliani
cada torso desnudo cada ojo vacío cada susto
Giacometti
salió le tela del Dome
caminó la tela por París
y se bebió una cerveza muy fría,
una Kronemberg
fresca
una garganta y una flauta
y un angelito
y un cielo.


 

Y un día que…

Y un día que
había nubes
se perdió un niño
y lo buscaron
buscaron días de todas horas
y lo hallaron
dormido
en un árbol
con una nube
en la frente
sonreído, casi
sin despertar.


 

Para colmo la gente esperando…

Para colmo la gente esperando la muerte
o la vida que es lo mismo en vez de
salir corriendo con un niño de flor con un
dedo de agua con alguna señal
que estalle todas las falsas señales que nos han
arrastrado a esta locura
no sabemos ni contar con los dedos, Camilo,
y nos piden que sepamos amar
nos piden
que sepamos decir buenos días
que sepamos
cómo se despide un señor de una fiesta
nos piden
que sepamos sonreír
y amar al prójimo como a ti mismo
y todo lo recuerdes de las tiras cómicas de
Charles Chaplin
y compañía.
¡Sea la vida como a sí misma!
Sea la vida
sea la
vida
en todo caso montarse
en el último piso del edificio que menos
apeste a civilización y arrojar
un jarrón de monedas de todos los países
como una protesta.
Pero que no sirva esa protesta para nada.


 

Juego del tiempo

Pensemos en el presente
ya demasiado viejos
ya ni el pasado
ni el presente
nos pertenece

Mayo, 1994


 

Mediodía del trópico

Señor de la ternura
arroje usted ese paraguas
y hunda, con su dedo, la piel del sol:
la transparencia de las hojas quemadas
inundarán un verano de cuerpos
melancólicos y olvidados.
Podrá amarse sin ganarle al tiempo
una pulgada de espera
será una alegría inmóvil
una ola que se envuelve en sí
para desaparecer sobre la arena
o convertirse en un punto brillante
una respiración de paz
el mar no abrazará distancias
en los ojos de mi amada.

Francisco Massiani.
Poemas del libro Francisco Massiani, antología (2006- Arquitrave).


francisco massianii
Francisco Massiani. Foto: Vasco Szinetar.

Francisco Massiani. Dibujante, músico y escritor venezolano. Nació en Caracas, el 4 de abril de 1944. También conocido como ‘Pancho’ Massiani o Señor de la ternura. Vivió sus primeros años en Caracas y en Estados Unidos. En 1951 su familia se trasladó a Santiago de Chile, donde recidió durante ocho años. De regreso en Caracas termino sus estudios secundarios e ingreso en la Universidad donde estudió Arquitectura y Filosofía. Residió durante un año en París, becado por el INCIBA. En 1968 Monte Ávila Editores publica su primera novela, Piedra de mar, considerada un clásico de la literatura venezolana. Es autor de novelas cortas como Fiesta de campo y Rebate o la vida siempre como en un comienzo, publicadas en 1964En 1970 publicó la colección de cuentos Las primeras hojas de la noche. En 1976 publica Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegalen 1991 publica el cuento Un regalo para Julia y en 1998 publica Con agua en la pieltodos editados por Monte Ávila Editores. Obtuvo el Premio Municipal de Prosa en el año 1998. En el año 2005 resulta ganador del V Concurso anual de la Fundación para La Cultura Urbana, con su libro de relatos Florencio y los pajaritos de Angelina, su mujer. Publicó tres obras poéticas Antología (2006), Señor de la ternura (2007) y Corsarios (2011). Fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura (2010-2012) como reconocimiento a su trayectoria literaria. Muere el 1 de abril de 2019.

Obra de Francisco Massiani:

Novelas

  • 1964 – Fiesta de campo y Rebate o la vida siempre como en un comienzo (Dos novelas cortas publicadas en 2008)
  • 1968 – Piedra de mar
  • 1976 – Los tres mandamientos de Misterdoc Fonegal

Cuentos

  • 1970 – Las primeras hojas de la noche
  • 1975 – El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes
  • 1990 – Relatos (recopila sus dos primeros libros de cuentos)
  • 1991 – Un regalo para Julia
  • 1998 – Con agua en la piel
  • 2006 – Florencio y los pajaritos de Angelina, su mujer

Poesía

  • 2006 – Antología
  • 2007 – Señor de la ternura
  • 2011 – Corsarios

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